martes, 23 de octubre de 2012

ÑuÑunueva - Espejismos


El espejo marca la asunción inicial de la identidad. Lacan hablaba de la “asunción triunfal de la imagen,  con la mímica gozosa que la acompaña” cuando el niño es capaz de verse reflejado por primera vez. El espejo puede ser la prisión del yo. Lo ilustra la tragedia de Narciso, que desprecia el amor para sumergirse en la contemplación de si mismo en el agua, espejo de su muerte.

En el sexto mes el espejo marca lo inicial de identidad, cuando el niño es capaz de verse reflejado por primera vez acompañado de una mímica gozosa complementándose con las imitaciones de sus gestos, silábicos, de los adultos de su contorno. Inicia desde su individuación el temor de ello, alcanzando su máxima a los 18 meses disminuyendo hasta los 3 años de predominio nocturno, sustos oníricos, quizás pesadillas, que calman con el abrazo materno amamantándose, se suele interpretar equivocadamente como hambre esta circunstancia del desarrollo.

Borges escribió que los espejos le  infundían temores infinitos, insomnes. Shakespeare había usado el espejo como signo profético de la catástrofe política. En una escena onírica lo puso en manos de un rival de Macbeth, cuya descendencia podía amenazar su poder, a fin de mostrarle que la obsesiva destrucción de adversarios no le alcanzaría para perpetuarse en el trono.

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