La gestación y el parto son dos
instancias que requieren un equilibrio entre sus participantes como son la
madre, el hijo y el ambiente que lo rodea. Para que se produzca la gestación
normal de un hijo es necesaria la existencia de una integridad entre el feto,
la placenta y la presencia de un útero funcional. Durante ese lapso, la madre
irá segregando sus hormonas, permitiendo el crecimiento del feto dentro del
claustro materno, formando anticuerpos para transferirlos al hijo cuando tome
el calostro e irá preparando todas las estructuras imprescindibles de su
organismo para tener un parto normal y para poder alimentar al hijo una vez
nacido.
La preparación de la madre
durante la gestación es crucial; desde un punto de vista nutricional necesita
una dieta dotada de todos los elementos indispensables que aseguren el normal
crecimiento fetal, sobre todo en el último tercio de la gestación donde se
produce el mayor desarrollo del hijo. Existe un conjunto de signos que son
comunes de observar en las hembras próximas a parir (son cambiantes de una madre
a otra y a veces pueden estar ausentes), como relajación de los ligamentos
sacrociáticos, aumento en el tamaño de las glándulas mamarias (3 últimas
semanas de gestación), incremento en las dimensiones de la vulva y aparece una
secreción serosa en los pezones, entre las 24 y 72 horas previas al parto.
Llegado este momento comienzan las contracciones de la madre, el feto debe
acomodarse y buscar la salida por el canal del parto. Ocurre con mayor
frecuencia durante la noche.
Por
Jorge M. Genoud
La
Nacion
Desde
Jorge W. Diaz Walker
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